Cuando las cosas eran simples.
Recuerdo que cuando era adolescente, para encontrarnos con mis amigas teníamos que ponernos de acuerdo.
Ponernos de acuerdo era algo que se hacia frente a frente: «nos encontramos en la plaza X junto a la fuente de los sapos a las 15 horas«. Simple.
Si no podías ir tenias que llamar a alguna del grupo y avisarle para que lo comunicara al resto y no se quedaran esperando.
Las cosas requerían organización, ponerse de acuerdo, cara a cara, era lo más rápido. No existía el celular, el google map, el acceso a Internet era limitado y no todos podían acceder a ese lujo.
No habían agendas electrónicas, eran de papel y claro no te avisaban de los eventos, vos tenías que que abrir la agenda y leerla.
Si querías saber de alguien existían tres formas: hablar por teléfono, reunirse a tomar una tasa de café o mate (té para quien lo le iba ninguna de las opciones anteriores) o escribir cartas.
Las distancias eran distintas, eran reales, eran grandes; pero la voluntad para saber sobre la otra persona era fuerte.
Recuerdo que le escribía cartas a una amiga que vivía en Antofagasta, Chile. La emoción de recibir una carta, varias semanas después de haber enviado la mía, con novedades es indescriptible, era esperado, añorado, alguien te escribía y al mismo tiempo alguien te leía.
Recuerdo la emoción de enviar una postal a mi madre mientras estaba de viaje por el viejo continente, y saber que aun estando de viaje ella la recibió, fue como compartir parte del viaje en vivo. Ni te cuento mi cara cuando abrí la puerta de mi casa al regresar del viaje y ver que la postal que me había enviado a mi con un mensaje para mi ya estaba ahí. Simples alegrías.
Cuando las cosas son fáciles
Pero el futuro nos alcanzó a una velocidad impresionante, todo cambio en menos de diez años.
Internet se propago como una epidemia sin control, nos acerca a todo e irónicamente nos aleja de todas las personas. Ahora es más fácil saber que es lo que sucede en el mundo y a nuestro alrededor, ya no hace falta preguntar solo conectarse y leer pero lo que realmente sucede es que ya no hace falta «conectarse«.
El celular llego para quedarse y ser una extensión del ser humano. Seguramente quien pensó en el celular lo hizo imaginando que las personas podrían hablar sin ataduras físicas, sin depender de las monedas para lograr la llamada o sin salir a buscar un teléfono fijo cuando querías hablar con las personas.
Pero la idea inicial muto tanto.
El chat (en cualquiera de sus aplicaciones) reemplazo las charlas auditivas y los cafés. Hasta se lo usa para romper relaciones sentimentales sin tener que dar la cara entre otras cosas.
El correo electrónico mato al correo tradicional aludiendo que ya no era necesario esperar semanas para tener una respuesta. Para mi no hay comparación, recibir y leer un correo electrónico no es lo mismo que recibir una carta, la expectativa es distinta.
Las agendas ahora te recuerdan los eventos, ya no tienes que entrar a leerlas.
Surgió algo inesperado, las redes sociales y se convirtieron en una adicción. Ahora somos dependientes, ya no nos molestamos por recordar nada, al fin y al cabo las redes sociales lo hacen por uno.
Ya no necesitamos reunirnos, si queremos saber algo de alguien solo tenemos que entrar y ver.
Sí, las cosas ahora son más fáciles pero antes eran más simples, ¿qué pasaría si en un abrir y cerrar de ojos desaparecieran los chats, los mensajitos y las redes sociales? ¿Cómo se haría para recordar las cosas que son importantes, sin que algo te lo este recordando? ¿Cuántas de nuestras actuales amistades seguiríamos conservando, sería la misma cantidad o menos? ¿Cómo sería relacionarse con personas sin tantos asistentes virtuales? ¿Las personas se volverían a hablar, a encontrarse?
No me mal interpreten, creo que todo en su medida justa es bueno. Que Internet abrió puertas para explorar el mundo y aprender de otras realidades. Que las redes sociales permiten encontrar personas con intereses en común (como todas las personas que participan del desafía de escritura de 30 días). Que el celular es muy bueno para armar una salida entre amigos y llamar a la persona que te importa o compartir una foto de un momento especial. El futuro llego para quedarse pero las cosas simples no dejaron de existir, siguen ahí y nosotros podemos volver a utilizarlas.
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Este escrito pertenece al desafío de 30 días de escritura que propuso Maitena Caiman en el grupo de Facebook: Hogar de escritura.
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