El fin de semana, con lluvia y mi estómago que reclamaba piedad o habría consecuencia, me dedique a vegetar en la cama mientras miraba una maratón de la serie Zoo.
Atención: si no viste la serie y algún día la quieres ver, no sigas leyendo porque voy a contar cosas que no deberías saber.
La maratón cubría la segunda temporada, así que tuve que atar algunos cabos pero en resume este es el problema: los animales empezaron a actuar en forma extraña, de un día para el otro, y comenzaron a atacar al ser humano y a su forma de vida.
Había que buscar una solución y como siempre salta el que dice “matemos a todos los animales y en diez años re poblamos el mundo con las muestras genéticas que tenemos y que no están contaminadas”, los llamaré grupo A (GA)
Como se imaginaran, salto la otra parte que dice “No, curemos a los animales, no juguemos a ser Dios. Sin los animales moriremos, dependemos de ellos para que la naturaleza nos provea de los medios para vivir”, los llamaré grupo B (GB)
Y la carrera empieza, hay que votar que es lo que se quiere hacer y en el mientras tanto hay un grupo de personas que sale a buscar la cura (GB) mientras otro grupo sale a buscar el consenso para matar a todos los animales (GA).
A lo largo de la serie te da mucho que pensar, siempre estamos enfrentados en polos opuestos, el norte y el sur; es blanco no, no, es negro; lo bueno y lo malo, etc.
Los extremos, siempre bien justificados, generan apasionados de la causa, generan más conflictos que soluciones, generan grietas que después no se pueden cerrar.
¿Y qué pasa cuando ambas partes tienen razón, cuando te podes poner del lado del otro y entender su forma de pensar o su dolor? Las cosas cambian? No. Las cosas no cambian porque el problema no son las cosas sino quienes tratan con ella, las personas. Somos nosotros quienes necesitamos cambiar para ver la realidad (las cosas) desde otro punto de vista.
Los extremistas que querían salvar al mundo matando a los animales (GA), lanzaron el veneno al mundo. El grupo que buscaba la cura (GB) la encontró y la lanzo al mundo. Los extremistas que buscaban salvar a los animales a cualquier precio (grupo C una ramificación del grupo B), modificaron el veneno que lanzo el grupo A pero pusieron su toque, su ideal en esa solución.
El problema era que el ideal del grupo C era que el mundo pertenece a los animales y se aseguraron que dé así fuese al esterilizar a la raza humana.
Ahora los humanos son la especie en extinción.
La grieta no se cerró ni en tiempo de crisis, los extremos no se adaptaron por el bien de todos ¿y ahora qué? No lo sé, espero que eso lo explique la tercera temporada. Diez años después de que la amenaza terminara, las escuelas cierran porque ya no hay niños.
Entiendo a las personas que prefieren a los animales en lugar de los humanos, ven en ellos una bondad que no se ve a simple vista en las personas. Los animales son más simples, son leales, no les cuesta dar cariño, no te discuten, no te traicionan.
También entiendo a los que prefieren a las personas antes que los animales. Priorizan las relaciones interpersonales, tienen claro que no se puede poner en la misma bolsa a todas las personas. Las personas somos complejas, complicadas, difíciles.
También sé que poner a los animales sobre las personas o viceversa no es correcto. Todos compartimos el mismo aquí y ahora en el universo. Todos somos creación del mismo Creador.
Sí, me afecto que el ideal de un grupo haya condenado a todos, porque el precio siempre lo pagamos todos, estemos o no de acuerdo y eso aplica en todas las áreas de la vida.
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Este escrito pertenece al desafío de 30 días de escritura que propuso Maitena Caiman en el grupo de Facebook: Hogar de escritura.
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